Quéredor y la elección de la reina

 Hay muchas maneras de hacer las cosas. ¿Cuántas veces le había repetido esa frase Triskelion? ¿No podía descansar ni por un momento de adoctrinarle? A cada momento una lección, en cualquier situación un ejemplo a modo de ilustración. Cuando no eran sus batallitas en la grieta era de la importancia de la misión o de cómo podía tener ella una mejor preparación. Habiendose puesto en posición, acomodado en su suerte de sillón, después de beber agua y aclararse la garganta empezó a contar una historia como tantas cuentas ¿¡o miles!? le había contado ya.

El Imperio tiene muchos reinos, y ninguno de ellos bueno, en uno había una reina malvada como todas las demás. Cruel, despiadada, inescrupulosa y por capricho sádica. Características comunes de cualquiera de los gobernantes de esa tierra mil veces maldita que los dioses jamas debieron permitir existir. No hay ni un solo estamento en esa sociedad donde el liderazgo no recaiga en el mas fuerte, traicionero o brutal. Así la Reina Morda se había ganado su dominio batallando en el frente norte. Manejaba el mandoble y la brujería con una destreza sin par hasta que uno de los horrores de afuera le arranco una pierna. Ninguna cura podía restablecerla, la magia que la devoraba por dentro le daba su gran poder pero impedía que ningún otro milagro pudiera regenerar el miembro que había perdido. Aborrecedora de los artefactistas utilizo uno de sus trofeos ganados en batalla, el cetro de un rey gigante, a modo de cayado y como símbolo de su poder en el territorio que el emperador le había adjudicado en pago a sus servicios. Habiendo quedado lisiada ya solo se esperaba de ella que pariese y criase a generales tan efectivos y competentes como había demostrado ser. Asqueada de su destino hacia pagar su frustración a todos los súbditos que tenia bajo su cargo. No hay un solo sitio en el Imperio donde merezca la pena vivir, pero en Mordavia la cosa aun pintaba peor. Cualquier desfachatez, locura o perversidad que se te pueda ocurrir la Reina Morda la ejecutaba mientras se rascaba el muñón que mantenía escondido debajo de sus faldas. De esta manera el terror en todo su reino era absoluto. En Mordavia todo el mundo estaba amedrentado, con la cabeza gacha intentaban pasar desapercibidos de la reina. Cualquiera en el que ella echase el ojo podía acabar muriendo de una forma horrible y gratuita en un instante. El servicio del castillo y su propia guardia estaban cambiando de manera constante debido a las continuas ejecuciones. Su poder era tal que en realidad no los necesitaba. La magia oscura la estaba transformando en otra cosa. Era un monstruo, como todos los imperiales lo son, un monstruo con una mascara humana. Por mantener apariencias y atender a los invitados las únicas personas que no tenían la muerte inminente en la agenda eran los formadores de militares y siervos. Pero ni estos eran inmunes a la peor de los muertes si por un descuido decían la palabra "coja", "tullida", "bastón", cualquier referencia una invalidez, o a ella le parecía que miraban el espacio que tuviera que ocupar su pierna perdida. Decir coja en Mordavia era firmar una sentencia de muerte.

Quéredor se había criado entre esclavos. El vertiginoso ritmo en todos los escalafones hacia que mucha gente de origen muy humilde acabase ocupando puestos que en otras partes les habrían sido vedados. Con ascendencia hade había heredado una voz impresionante y un oido perfecto. Sus rasgos podían llamar la atención de los humanos pero como todos los vanzios se ocultaban tras una grotesca mascara. Acabo en el coro de uno de los pocos bardos que lograban agradar a la cruel reina. En cuestión de tiempo y debido a la calidad de su cantar la predilección de la Reina Morda cambio del bardo principal al muchacho del coro. De esta manera Queredor paso a ser miembro de la corte. Ahora estaba mucho mas cerca de ella y aquello era muy bueno para los rebeldes de su reino.

Triskelion sonrió en esta parte. Cualquier rebelde del Imperio despertaba su simpatía. Sus ojos brillaban mientras volvía a beber agua de su jarra desconchada.

Queredor había estado en contacto con los rebeldes. Habían varios grupos, los de la ciudad, los del campo y los de la montaña. Actuando en conjunto podrían derrotarla pero los diferentes lideres no se ponían de acuerdo respecto a quién los tendría que dirigir a todos. Cada uno de ellos estaba convencido de que nadie era más apto que el mismo para la arriesgada empresa. Eran rebeldes, si, pero criados entre los vanzios tenían muchos conceptos y prioridades muy mal educadas. Queredor les había instado y suplicado a cada uno de ellos por separado y en conjunto que eligiesen a uno de ellos, delegasen o encontrasen una solución. Pero eran tan intransigentes que preferían seguir viviendo bajo la sadica bota de la Reina Morda que admitir que cualquiera de los otros dos eran mejor que ellos. Tanto insistió Queredor a los lideres en que cooperasen para llevar a cabo la rebelión que estos, para quitárselo de encima mas que nada, le retaron a lo siguiente:

"Queredor: si eres capaz de decir a la Reina, en su cara, que es coja y conservas la cabeza sobre tus hombros nos comprometemos a quedar bajo tu mando para si es preciso marchar hasta la Capital Oscura y enfrentarnos al Emperador si así te place."

Queredor no se amilano ante las risotadas de la cúpula rebelde. Un plan se había formado en su mente. Pronto serian las fiestas de invierno y tendría que cantar para ella todos los días.

"La noche de la gran cena se lo dire." La potencia de su voz y el contenido de su declaración enmudeció a todos los presentes. " Lo haré y mi cabeza conservaré. Sed testigos si podéis."

El dia de celebración llego. Tal había sido la convicción con que Queredor les había hablado que todos los rebeldes se infiltraron o pusieron en buena posición para asestar un golpe de estado. El castillo estaba a rebosar de depravados invitados de la Reina. La regente Morda había suplido sus practicas militares por elaboradas inquinas sociales con las que poder medrar en la mismísima corte del Emperador. Tras un espectáculo de enanos que acabo con la ejecución de los mismos le toco el turno a Queredor de actuar delante de la Reina.

"Majestad. Antes de intentar deleitaros con mi música permitirme haceros un presente." Le dijo Queredor a la Reina en lugar de ponerse a cantar. El silencio en el atestado salón del trono fue atronador. Los coperos derramaron el vino, los cortesanos dejaron de masticar, incluso los llegados de otras tierras dejaron de murmurar entre si. Todos contemplaron aquel joven bardo que se había atrevido a dirigirse a la reina. Los guardias, armas en ristre, aguardaban la mínima señal de ella para empalar, descuartizar y decapitar aquella impertinencia. La Reina Bavmorda alzo una ceja agradada e intrigada por aquella sorpresa. Con un gesto le permitió seguir hablando curiosa por lo que le tenia que regalar.

"Sois tan hermosa y valerosa que no puedo evitar la necesidad de entregaros un regalo como agradecimiento en el nombre de todos por vuestras cualidades que os hacen unica." Queredor saco dos flores del morral que portaba. "Os daría la luna si pudiera, o el mismo sol, pero como humilde persona que soy solo puedo ofreceros las representaciones mas bellas que crecen en nuestra tierra como remedos de vuestra belleza y coraje."

Queredor extendió sus manos sosteniendo sendas flores.

"Entre el clavel y la rosa, su majestad es coja."


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