Trabajo en equipo


Dimitri consultó el reloj de su muñeca. Mas de 20 pantallas delante de él mostraban la hora pero no podía evitar hacer el gesto. Comprobó que solo habían pasado 11 minutos desde que entro en la guardia. Le quedaban más de diez horas por delante, contuvo un bufido de desesperación. La cosa no hubiera sido tan terrible si no le hubiera tocado con Nicola. Su compañero era tan correcto en todo lo que hacia qué daba grima. Estaba preparado tres cuartos de hora antes de su turno, se lo hizo saber de manera muy explicita acompañando sus palabras mirándole con absoluto desprecio. Sus ojos azules eran un muro de hielo, al evitarlos Dimitri se fijo en lo perfecto que llevaba el cuello de la camisa. No podía evitar preguntarse si acaso usaba una camisa nueva para cada guardia o las lavaba y planchaba de cierta manera. Si tuviera un mínimo de confianza y no fuese tan capullo se lo preguntaría, pero no quería darle ningún motivo para menospreciarlo aun mas.

Los pitidos de la alarma de aproximación lo sacaron por completo de sus pensamientos. En menos de 15 segundos su compañero y él cumplieron el protocolo preestablecido. Invasión de espacio aéreo. Perdida de contacto. Escuadrón a su encuentro para interceptación. Refuerzos con armamento nuclear aproximandose. Superados los 80 minutos de margen los mandos habían autorizado el uso de contramedidas disuasorias. La puerta blindada a sus espaldas se había bloqueado con todos sus cerrojos aislandoles por completo del exterior. Las ordenes habían sido dadas y ellos ahora eran el gatillo de todo el arsenal nuclear. Como si estuviera posando Nicola Sujetaba la llave de activación, era el modelo perfecto con el gesto mas eficaz para activar el botón. Seria una estampa ideal si no fuera por la terrible mirada que le dedicaba, sus ojos eran lanzas de hielo.


- Deberíamos esperar un poco.- Dijo Dimitri con sus manos lejos de los mandos.


Nicola parpadeo una sola vez. Sin cambiar un ápice el rictus en su rostro logro transmitir en una rápida sucesión estupor, rabia, resignación y amargura. Trago saliva y se dirigió a él como si fuese un niño de tres años:


- Ese avión enemigo ha entrado en nuestro territorio, puede estar cargado con bombas nucleares, debemos golpear primero antes de que conviertan nuestra tierra en un erial.


- Todavía hay margen Nicola. En el momento que pulsemos los botones no habrá vuelta atrás.


- ¡Lo haré yo mismo estúpido!- Grito Nicola apartándolo de un empujón. Las dos llaves que accionaban el arsenal nuclear estaban diseñadas para tener que ser activadas por dos personas simultáneamente. Sin embargo, como muchas otras cosas hechas por el gobierno, eso no resultaba así. Una sola persona estirandose y provista con un simple lápiz o bolígrafo podía activarlas y desatar el infierno sobre la tierra. Atónito desde el suelo Dimitri vio cómo su compañero se disponía a hacerlo.


Incorporandose a toda prisa aparto a Nicola de los mandos. Sus brazos se entrecruzaron forcejeando como si ejecutasen un envarado baile. A Dimitri le dio la impresión que Nicola echaba espuma por las comisuras de sus tensos labios. Sus ojos eran un fulgor azul inyectado en sangre. Danzaban en el habitáculo blindado al son de las múltiples alarmas. Los resplandores rojos los iluminaban de manera intermitente. ¿Cuánto tiempo podría contener a Nicola? Tenia la insolita fuerza de un loco rabioso. Lo estaba estrangulando como un demente. Dimitri solo podía fijarse en que el perfecto cuello de su camisa de su compañero estaba empapado de sudor. Noto que se le iban las fuerzas de los brazos. Nicola lo iba a echar un lado y destruir el mundo. No podia contenerlo mas.


Entonces las luces pasaron a verde. La puerta blindada comenzó el proceso de apertura que tardaría una hora en completarse. Por los comunicadores los mandos transmitían la orden de abortar los lanzamientos. Dimitri y Nicola volvieron a sus asientos con la naturalidad que dan los años de practica. Quince minutos después todo estaba como si no hubiera pasado nada. Dimitri estuvo tosiendo un buen rato, si no fuera por las rozaduras de su cuello y los rodales de sudor en la camisa de su compañero casi podría llegar a pensar que todo había sido una ensoñación. Sabia que Nicola no comunicaría jamas a nadie nada al de lo sucedido y por ello Dimitri supo qué tendría que seguir acudiendo a ese puesto.

Comentarios

  1. Aunque necesita tildes, es un buen relato que resume a la perfección una día cualquiera en la oficina y un día cualquiera del matrimonio.

    ResponderEliminar
  2. Malditas tildes! Nunca están cuando se necesitan.
    Pues sí, tenemos que lidiar con cada cual en el día a día que vamos daos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Lena voladora