El perro del Imperio


- Has demostrado ser un incompetente y un completo inepto.

La cara descubierta de Vanziol reflejaba tal asombro y estupefacción que el supervisor siguió hablándole con la condescendencia de alguien que se dirige a un niño de tres años.

- No has acabado con el objetivo. No le has dado una lección a los mojados y esto es lo mas importante, no has recuperado lo que es nuestro.

Vanziol intento hablar pero el supervisor lo corto en seco con gran furia.

- ¡No te atrevas a levantar una palabra! ¡No me insultes con excusas imbéciles! ¡Los hechos hablan por si solos! ¡Nosotros no hablamos, actuamos! Yo me pregunto a todo esto … - La parte de la cara visible del supervisor había enrojecido,  las venas de su cuello destacaban como maromas de barco,  sus escupitajos al hablar cubrieron el rostro y el yelmo de Vanziol.- ¿¡Porque infiernos nefabundos tengo que estar hablando contigo de estas mierdas!?

Vanziol deseaba que la tierra se lo tragase, intento permanecer lo mas neutro, anónimo e invisible que pudo. El supervisor se sereno y mas tranquilo siguió hablándole.

- Viniste recomendado, avalado por el gobernador, ya he hablado contigo todo lo que tenia que hablar. Nunca mas volverás a escuchar una palabra mía, como yo no espero escuchar una palabra tuya. A partir de ahora entre nosotros solo hablaran los hechos. ¿Lo has entendido?

Horas después Vanziol volvía a estar en el camino que había dejado esa misma tarde. Llegaría al poblado cuando cayera la noche. La rabia le podía mas que el miedo. Debería de estar en los previos al banquete, coincidiendo con Azalina frente a las acogedoras lumbres. En lugar de ello estaba congelandose de frio de vuelta al cenagal.

Una vez en el asentamiento  Vanziol contuvo el impulso de golpear los postes de las casa y patear sus puertas. Nadie se cruzo en su camino, estaban todos recogidos en las chozas cenando las miserias que podían arrancar de esa zona venenosa.

El mojado que el buscaba, al que previamente habia perdonado la vida, estaba justo donde pensaba que estaria, En uno de esos edificios que usaban para untarse con agua. Baños publicos, valiente tonteria.¿Para que demonios se habian inventado los perfumes? llego frente a el, todos los demas huyeron a refugiarse de la ira que emanaba  su cuerpo. Vanziol temblaba espada en ristre frente al mojado al que tenia que haber dado muerte. Debia enmendar su error, Sacarlo de alli a punta de acero, a la entrada del pueblo, al tocon. Una vez alli ensartarlo y descabezarlo. Su cuerpo incompleto quedaria como advertencia y su cabeza cortada seria el regalo sin palabras que esperaba el supervisor. Quizas aun pudiese coincidir con Azalina en la cena que en el dia de hoy seria especialmente larga.

Pero no podia hacer nada de eso. El mojado, de nombre Mirrin, le miraba fijamente. De alguna manera no parecia una criatura que mereciese morir. Mirrin era un semejante suyo, a pesar de estar limpio, de tener una piel diferente, de tener esos extraños dientes. Vanziol lo sentia como su hermano. Lo sentia como si fuera la mismisima Azalina.

Nunca antes un perro del Imperio habia hablado a alguien que no perteneciese a el. Sin embargo en aquella festividad de Invierno Vanziol hablo y lo hizo mucho, Mirrin fue el primero de muchos que no solo no mato, si no que se ocupo de poner a salvo. Aquella noche Vanziol se convirtio en traidor del Imperio y heroe de los desfavorecidos.



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