Princesa y Pesadilla

   Un día el Reino Malva despertó conmocionado. La apreciada hija del buen rey había desaparecido. El rey mando a su guardia personal a buscarla, todos los caballeros se aprestaron a ello. El castillo fue registrado de arriba abajo, así como los pueblos y bosques que había por alrededor. Pero nadie pudo dar con la pequeña princesa. La reina lloraba desconsolada y el Rey parecía haber envejecido de repente.

   De repente resonó un griterío proveniente del patio. A través del cielo y como una flecha venia volando una caldera a modo de carruaje del que tiraban en lugar de caballos unas bestias alargadas y tentaculares. Cuando se poso dentro del terreno del castillo cientos de piqueros la rodearon apuntando con sus alabardas. El rey y la reina se asomaron a las escalinatas. La caldera abrió una portezuela y de ella salió un ser que era mitad hombre mitad légamo vestido con una levita de llena de manchas verdes.
   -Saludos majestades.- Se retorció en una repulsiva reverencia. - Permitirme que me presente como Sueñiton Maledito, puede que no me reconozcáis pero algunos de vosotros me podéis haber visto en alguna ocasión, en sueños.
   -¿Donde está mi hija despreciable ser?- El rey avanzo hacia Sueñiton espada en ristre.

   -Esta en un sitio inalcanzable y a buen recaudo. No temáis por ella majestad.- La boca parecía derretírsele y reaparecer intentando componer una especie de sonrisa. Su cuerpo exudaba líquido formando pequeños charcos verdosos y pestilentes por donde quisiera que pasara.

   -¡Prended a este ser repulsivo piqueros!

   Mas los soldados del rey lo intentaron en vano por que intentar agarrar a Sueñiton era como coger aire. Se le podía ver y oír, pero no tocar, tan inmaterial como el aire era tal cual un fantasma. Muchos de los congregados en el patio, he incluso algún piquero, se estremeció de miedo. El ser atravesó todos los cuerpos, escudos, corazas y lanzas y se planto delante del rey. Cara a cara. De cerca la cara aun era más repugnante, era como si una figura de cera se derritiese y de alguna manera volvieran a rellenarse los huecos que se formaban en el desagradable proceso.

   -Majestad. Escuchadme atentamente. Por la vida de la princesa pido una demanda. Cumplirla y os devolveré a vuestra hija intacta. En caso de no satisfacerla la única manera que tendréis, vuestra majestad, de volverla a ver será en los sueños que podáis tener. - En este punto Sueñiton prorrumpió en una estridente y diabólica carcajada que reverbero en el patio y que hizo que todo el mundo retrocediera un paso atrás. No así el Rey que se mantuvo mirándolo con furia contenida. Acto después, el ser, le susurro al oído al monarca del Reino Malva lo que todo el mundo supuso que sería su petición de rescate. Tras lo cual miro burlonamente al rey a y a la reina y fue dirigiéndose a su extraño carruaje volador. La Reina miro interrogativamente al Rey con sus ojos hinchados de haber llorado. Este le paso el brazo por los hombros atrayéndola hacia sí. Levanto la otra mano en una señal para que dejasen paso libre al ser, algo superfluo para quien era como un fantasma.

   Por la ventanilla de la portezuela asomo la fea cara y dijo una palabra antes de que el carruaje se elevase en el aire y volase hasta perderse de vista.

   -Hacedlo.

   En el salón del trono solo estaban los más allegados a la familia real. Sobre las alfombras purpuras se proyectaban unas sombras demasiado largas en los espacios vacios.

   - Majestad. El ser vino de los cielos. Propongo hacer una batida por los cielos.- El Comandante de la guardia lo dijo muy convencido.

   - ¿Y cómo pretendes volar? ¿Moviendo tus orejotas de asno? Por mucho que me pese mejor sería ofrecer una recompensa por la princesa Majestad- El tesorero escudriño desdeñosamente al veterano soldado con desagrado por encima de sus lentes. Antes de poder añadir otra puya el alquimista lo interrumpió.

   - Podemos recurrir a los enanos de la montaña. He oído que han logrado construir una especie de barco volador.

   - No hay tiempo.- El jefe de carteros fruncía su cara de comadreja - Fletar dicho artefacto llevaría un mes por lo menos, y el cielo, maldita sea, es demasiado extenso para rastrearlo como se debiera. ¿Majestad? ¿Cual es el rescate que ha pedido el malnacido ser?

   - ¿Oro?- Pregunto el tesorero.

   - ¿Armas, soldados? - Inquirió el Comandante.
   - Nada de eso.- Respondió el rey. Los presentes se miraron entre si con extrañeza.

   - Necesitamos a un mago. Es lo único que nos puede ayudar en este tipo de problemas.- Cuando hablaba la Reina todos callaban.

   - ¿Merlindrea de Casbala?

   - Es una visionaria charlatana y falsa. - Se apresuro a resaltar la reina.

   "Y también una mujer muy atractiva" Pensó el que denominaban como jefe de carteros.

   - ¿Vostro Calaverus?

   - Otro que tal. Además es un hombre demasiado siniestro.

   - Entonces mejor ni mencionar a Mortius de las Islas.

   - No. Y además suele ser ilocalizable.

   - Malditos magos, nunca están cuando realmente se les necesita. ¿Y Cygnus Olor? Hace tiempo que no se oye hablar de él.

   - Y tanto. Fue a los túneles hace dos años y no se le ha vuelto a ver nunca.

   - ¿Merques Anser?

   - En la panza de Soma fuego Escupebilis.

  -¿Al final se metió en su guarida?

   - Al final tuvo valor. Pero no lo consiguió.

   - Señores.- El rey tenía una aspecto agotado.- No me queda otro remedio, por más que me pese, que avisar al Mago del Laberinto.

   -¡Pero majestad!

   - Silencio. Me doy perfecta cuenta de lo que ello implica. Tesorero tendréis que traer la caja. ¡Cartero! Hazle llegar el mensaje de que lo busco, y con urgencia. Alquimista: échale una mano en lo que puedas. Comandante: mande mensajes a todos los oficiales, esta tarde me reuniré con todos ellos.

   -¿Majestad la caja?

   -Si. La caja. Traerla.

   Bien entrada la noche en el salón solo quedaba el rey. No podía dormir. Sobre el reposabrazos del trono había un objeto que el monarca cubría con la mano. La repentina explosión y sobre todo lo inesperado de su sonido casi hace que lo tire al suelo. Como una bofetada percibió el hedor a azufre. Sobre círculo de hollín, al haberse quemado parte de las alfombras del suelo el rey observo al Mago del Laberinto. Los guardias que se habían asomado rápidamente a las puertas también lo reconocieron y a un gesto del rey volvieron a sus puestos.

   -Majestad.- El mago se doblo en una exagerada reverencia.- He venido tan pronto como han llegado a mis oídos que requerías mi presencia. ¿Aun sigue la reina enfadada con Merlindrea?

   -Eso no tiene importancia. ¡Mujeres! Supongo que conocerás los hechos acaecidos esta mañana.

   - Si majestad. Aunque me gustaría recabar unos cuantos detalles. El primero de ellos saber en qué consiste el rescate.

   - Soñar. Es absurdo, pero ese ser pretende que obligue a todos mis súbditos a soñar con él. A soñar que le construyen una fortaleza en sueños. Es tan ridículo que no se lo he dicho a nadie todavía. Me ha dado tres días de plazo y realmente si no encuentro a mi hija en ese tiempo tendré que acceder a esa locura. El alquimista ya está redactando los absurdos edictos.

   - No es tan absurdo majestad. La tierra de los sueños es otro reino aunque no este físicamente en este mundo material. No como se pueden encontrar las tierras de Asinaria o las del Imperio Amarillo en el sur. Sin embargo vuestra revelación del rescate confirman mis sospechas acerca de la naturaleza del ser autodenominado Sueñiton Maledito. Como su tonto nombre indica es una Pesadilla.

   - ¿Una pesadilla? ¿Acaso dices Mago que todo esto es sueño?

   - No majestad. Ese ser proviene del Reino de los sueños. Un lugar al que los mortales solo podemos llegar en sueños. Pero esa tierra no solo está poblada por durmientes, tiene sus propios nativos. Sueñiton Maledito es uno de ellos y de alguna manera ha conseguido cruzar desde el país de los sueños. Eso es algo extremadamente infrecuente.

   - ¿Mi hija esta prisionera en el país de los sueños? ¡Llévame allí de inmediato! ¡Abre un portal o lo que sea demonios que haga falta! - Los nudillos del rey emblanquecieron una mano sostenía un objeto pequeño y la otra la espada.

   - Majestad no es tan fácil. Ese otro mundo tiene unas extrañas reglas y en la zona concreta que ese ser, Sueñiton Maledito, llame hogar será invulnerable y omnisciente. Aunque pudiese, que no es el caso, llevar a su majestad y a vuestros ejércitos allí la Pesadilla podría acabar con todos como quien corta un trozo de queso. La fuerza bruta no es la solución ni el medio de efectuar un rescate. Esta empresa requerida más bien sutileza, engaño y mucha astucia.

   - ¿Que puedo hacer yo entonces mago?

   - Solo una cosa: darme la caja.

   El Rey, resignado, abrió la palma de su mano izquierda.

   El Mago del Laberinto también le pidió un caballo al rey para volver a su torre del bosque. Cuando le pregunto por qué no volvía como había llegado al salón del trono este le respondió que debía reservar su magia para el rescate de la princesa. El rey no dijo nada más.

   Siguiendo senderos secretos llego antes del amanecer. Uno de los aprendices se ocupo del caballo. Al resto les dijo que le preparasen el círculo.

   - Prepararme algo que me despeje también. Me espera un largo día.

   - ¿Como fue con el Rey maestro?

   - Si antes del próximo amanecer consigo rescatar a la princesa, mi jovencísimo aprendiz, tendremos unas buenas perspectivas. Además, de momento ya tengo la caja.

   El pupilo del mago abrió los ojos desmesuradamente. La caja destelle con el primer rayo del sol naciente.

   El mago tomo el desayuno rápido y consulto las cartas. La predicción le sorprendió tanto que aviso a su alumno más aventajado para corroborar el resultado.

   - Maestro yo interpreto: "Pulso firme y ser irrespetuoso con mucho dulzor"

   - Eso mismo me parecía a mí. Para lo primero buscadme los guantes de Viler, los segundo no me resultara difícil, pero para lo mucho dulzor... ¿Sabes qué? Consígueme un buen trozo de azúcar de la despensa que me lo llevare conmigo.

   El pupilo obedeció sin vacilación, había sido testigo de cosas muchas más extrañas. También le entrego solo una pócima de invisibilidad de las dos que el mago también le requirió. Ante la desaprobación de su maestro le tuvo que recordar que una de ellas ya la uso en las pasadas festividades para colarse en cierto sitio de la corte donde no fue invitado.

   - Ahora subiré yo solo arriba. No cerrare por dentro pero no quiero que entréis hasta que pase el día de hoy y tal vez la noche. Aunque espero salir antes. Da igual lo que escuchéis. Y una cosa mas...

   Los aprendices giraron sus cabezas hacia el mago.

   - Si pasase algo, devolver la caja al rey. Y mi colección privada de ilustraciones está entre los tratados de Algebra aplicada comentada por Lodorius Landatremlon.

   - Ya lo sabíamos maestro.

   - No se os escapa una.

   - Lo esperaremos.

   Tardo casi tres horas en escribir el último legajo de pergamino. El penúltimo preparativo antes de entrar en la sala más alta de la torre fue hacer de vientre. La cerveza y el huevo que había tomado aun lo hacían eructar de vez en cuando. Una vez en la sala examino minuciosamente las líneas pintadas en el suelo y las velas dispuestas. Los chicos habían hecho un buen trabajo pero toda precaución en estos asuntos siempre resultaba poca. Como bien decía su predecesor "Si no quieres perder los pantalones procura usar cinturón y tirantes" Se palpo el bulto en el interior de la túnica y empezó la invocación. Conforme avanzaba su recitación mas fría, oscura y tétrica se volvía la habitación circular, toda ella rodeada de ventanas cerradas y aseguradas con postigos. Las bailarinas llamas de las velas estuvieron a punto de apagarse al recibir una ráfaga aire indescriptiblemente fétida venida de fuera de este mundo. Y con ella una figura ligeramente antropomórfica que sostenía el mango de un hacha cuya hoja era tan grande como un escudo de caballería. La forma que hacía las veces de cabeza tenía un hueco como si fuese una boca y de ella salió una voz cuyo sonido era parecido al croar de un sapo que midiese dos metros y sus ojos fuesen dos brasas encendidas de furia rabiosa.

   -¿QUIEN OSA MOLESTAR A CLERACLODINOVERPON AMO DE LA QUINTA MAZMORRA Y BARON DE ABISMARIA? ¿ERES TÚ? ¿EL MAGO RUBIO?

   - Mago del Laberinto. Un nombre quizás largo como el tuyo pero mucho más fácil de pronunciar.

   - ES LA SEGUNDA VEZ QUE NOS VEMOS. - El demonio se apoyaba en una barrera invisible siendo su cara una máscara aplastada de rabia babeante. - LA TERCERA VEZ TE BUSCARE YO Y NO TENDRAS TUS ESTUPIDOS CIRCULOS, SIGNOS Y PENTAGRAMAS EVITANDO QUE YO TE PONGA LAS MANOS ENCIMA. YA VERAS. YA VERAUSSS.

   - Para mi también es muy emocionante verte Cleracil.

   - CLERACODINOVERPON MALDITO IMBECIL. TE OBLIGARE A COMERTE TUS PROPIAS TRIPAS. YA VERAS. CUANDO...- El Baron de Abismaria callo subitamente al ver el objeto que el mago le mostro.

   - Si, es la caja.- El mago sonreía ampliamente mientras se pasaba el objeto de una mano a otra. El demonio no apartaba la vista de ella.

   - ¡INSENTATO! ¡CUIDADO! SI ESA CAJA SE CAE...

  - ¡Si no te callas y me escuchas eso será lo que haga precisamente!

  - NO TE ATREVERAS. ¡GRAN DUQUE INFERNAL NO!- El mago hizo el gesto de arrojarla al suelo. - ¿QUE QUIERES DE MI MORTAL? PERO DEJA DE JUGAR CON ESO.

  - Necesito entrar en el País de los Sueños por la puerta de atrás.

   La zona donde tenía que estar la cara del demonio se aliso mostrando sorpresa antes de arrugarse horriblemente para componer una especie de sonrisa.

   - No te emociones Cleracil. Antes de irme contigo tendrás que firmarme esto- Le alcanzo el grueso rollo de pergaminos al borde de la barrera invisible.- Y mas te vale hacerlo y con sangre si no quieres que se me caiga cierta cosita así como queriendo.

   La extraña pareja viajo a través de cielos en llamas y suelos pavimentados de huesos. El demonio trato en varias ocasiones encontrar huecos en el contrato que el mago le había obligado a firmar pero no pudo bajo ninguna argucia hallar la forma sin faltar al pacto. Finalmente llegaron a una estrecha torre por cuya retorcida escalera de caracol subieron lo que parecía una eternidad.

   - ¿La entrada está arriba?

   - ESTAMOS EN LO MAS BAJO. CUALQUIER SALIDA SOLO PUEDE ESTAR EN UNA DIRECCIÓN: HACIA ARRIBA. SIGUE SUBIENDO HUMEDO MECHON DE VELLO RECTAL.

   - Observo que eres realmente creativo con los improperios. De todas maneras puede que la próxima vez incluya una clausula que me proteja de tus terroríficos insultos.

   - LA PROXIMA VEZ SERE YO QUIEN TE ENCUENTRE Y NO TE VALDRA NINGUN TRUCO.

   - Si, ya. Cuéntame algo que no sepa.

   Al final de la tortuosa escalera solo había una sencilla puerta de madera entreabierta.

   - ¿Esto es una salida del infierno y no podéis mantenerla cerrada?

   - ES LA PUERTA A LOS SUEÑOS MANCHA ANDANTE DE VOMITO FECAL. TODOS LOS SITIOS, AUN LOS MAS TERRIBLES, SIEMPRE EN DE TENER ALGUNA Y NINGUNA DE ELLAS SE PUEDE CERRAR DEL TODO.

   - Bueno ha sido un placer Cleracodinoverpon. Si necesitas alguna cosa ya sabes dónde encontrarme.

   - REZA POR QUE NO SEA ASI PARLANCHINA Y PUTREFACTA PUSTULA ESCROTAL.

   - Si yo también te echare de menos.

   El mago traspaso el umbral dejando al demonio atrás. Subió por lo que parecía una gruta y tras el primer recodo se apoyo contra la pared de roca y respiro profundamente. Con un pañuelo se seco el sudor y espero un buen rato a que las manos dejasen de temblarle. Tuvo que hacer un esfuerzo por no vomitar. De cualquiera de las maneras la visión de Cleracodinoverpon era algo Tras ello siguió el ascenso.

   El túnel que no tenía bifurcaciones desembocaba en un bosque. Antes de llegar a él pudo escuchar el trinar de los pájaros. Conforme estuvo rodeado de arboles el mago se sintió incisivamente observado. Sabía que no tenía que mirarles a los ojos fijamente así tomo una senda y la siguió haciendo caso omiso. Al cabo de un rato tuvo a dos o más de ellos a su espalda. No se volvió, mientras no cruzasen las miradas estaría a salvo.

   - ¿Donde vas?- La voz era como el chirrido de una rata.

   - Al palacio de Sueñiton Maledito.

   - ¿Amigo suyo?

   - Le llevo una sorpresa.

   - Toma la senda de la izquierda y veas lo que veas no te salgas de ella, al final lo encontraras.

   Las advertencias ya se las conocía. En el País de los Sueños lo difícil no era llegar a los sitios, sino no entretenerse por el camino.

   - Muchas gracias, muy amables.

   - Asegúrate que se lleve una gran sorpresa mago y cuidado con los bichos.

   - ¿Que bichos?- Pero ya no había nadie a sus espaldas. Tampoco sentía que nadie lo observase ya. Siguió la senda. Fuera del camino vio que se organizaba una feria increíble, vio la que fue su primer amor proponiéndole escaparse juntos, vio a amigos fallecidos, la posibilidad de gobernar un reino y también vio un sitio que parecía irresistiblemente cómodo donde reposar debajo de un árbol. Siguió la senda. La siguió hasta un final que no parecía acabar nunca. Entonces oyó los ruidos de una obra. El camino se acabo junto con el bosque dando paso a una extensión cubierta de gravilla. Sobre una elevación de terreno pudo contemplar los cimientos de lo que podría convertirse en un enorme castillo.

   Aunque todavía el Rey no había dado la orden a sus súbditos de soñar con ello, Sueñiton Maledito parecía haber ido reclutando o atrapando gente para empezar su obra. Había hombres, mujeres, animales y otros seres afanándose en levantar la obra. Había hileras de ellos llevando o arrastrando piedras de todos los tamaños. Algunos parecían voluntarios y otros eran evidentemente esclavos por las cadenas de sus pies y los latigazos que recibían de guardias con cara de pez.

   El mago bebió la poción y se volvió invisible. Con cautela se metió entre el gentío. No sabía muy bien que buscaba pero cuando llego a los barracones observo una lujosa y enorme tienda de campaña sobre una pequeña colina. El tipo de carpa que usaría un Rey o un poderoso príncipe. "O bien una pesadilla con ambiciones y aires de grandeza" La tienda estaba rodeada de guardias, pero gracias a su indefectibilidad pudo sortearlos sin mayor problema.

   Una vez dentro escucho lo que parecía ser el sonido de una fuente de la que tan pronto surgía agua como tan pronto se atascaba en el desagüe. El interior de la tienda parecía un palacio forrado de alfombras, cojines y tapices. Atravesó lo que sería un recibidor, luego una sala de reuniones con pizarras, dibujos y mapas de lo que sería la fortaleza. Enormes cucarachas rojas se paseaban tranquilamente por encima de los informes. Conforme se adentraba el sonido gorgoteante era cada vez mayor.

   Después de eso vio a la princesa. Dormía plácidamente en una cama arreglada que se encontraba en el interior de una enorme jaula dorada, como si fuera una pajarera. Tenía una puerta y esta tenía un candado. No pudo abrirla de ninguna de las maneras, que no eran pocas, en que lo intento. Necesitaba la llave. Dejando a la princesa a un lado se acerco al origen del sonido en lo más profundo de la lujosa tienda de campaña. Allí, en una elaborada cama con triple dosel dormía Sueñiton Maledito. Sus atronadores ronquidos hacían temblar las mantas con que se cubría y todas las telas que lo rodeaban. Eran la causa de aquella cacofonía acuática. La cara de la pesadilla parecía colarse por un desagüe en cada aspiración, para volver a brotar con un chapoteo cuando expiraba. El mago torció la boca en un gesto de asco. Pudo distinguir que del cuello de Sueñiton pendían varias llaves una de ellas dorada. El mago rebusco entre los pliegues de su túnica y saco un par de guantes de finísimo cuero con los nudillos remachados de metal. Deslizo sus manos dentro de ellos y se aproximo con todo el sigilo que pudo a la vera de la pesadilla durmiente. Intento que no lo salpicasen las respiraciones de Sueñiton. Pero en el proceso de conseguir la llave no pudo evitar que tantos guantes, mangas, su pechera así como parte de su cara y cabellos acabasen cubiertos de baba pegajosa verde. El efecto de la poción se acabo volviendo a ser visible del todo, amén de pringado. Sin embargo la pesadilla seguía durmiendo felizmente ajena.

   La cerradura del candado de la jaula dorada estaba bloqueada por una de las cucarachas que había visto antes. Con un vistazo pudo observar varias de ellas más en la estancia. Erguidas sobre dos patas parecía demostrar una actitud desafiante. Algunas se dirigían hacia donde dormía Sueñiton.

   - Queridas amigas - El mago susurraba mientras depositaba un gran trozo de azúcar compacto en el suelo.- Tomad por favor este tributo que os ofrezco.

   Las cucarachas abandonaron sus puestos y se dirigieron todas a comer del dulce. El mago con una sonrisa pudo abrir sin problemas.

   - Princesa, princesa. Despertar.

   La Princesa medio dormida se incorporo.

   - No temáis he venido al rescate. No hagáis ruido. Os sacare de aquí. El mago desenfundo la daga de plata que pendía de su cinto. Se dirigió a una de las paredes de tela y cortó una abertura. Tras asomarse precavidamente se hizo a un lado para flanquear el paso a la princesa.

   - Las damas primero pero por favor mantener la cabeza gacha.- Al efectuar una reverencia pisó una de las cucarachas que merodeaban el trozo de azúcar. Era tan grande que no la mato, sin embargo aquello desencadeno una algarabía de élitros ofendidos. Algunos coleópteros se dirigieron furiosos a dar la voz de alarma. Agarrándola muy descortésmente por las posaderas empujo a la princesa fuera.

   Los guardias se dirigían corriendo hacia la entrada principal de la tienda de campaña y así pudieron pasar desapercibidos por el lateral. Los trabajadores de la obra cercanos también miraban en esa dirección. Los gritos de Sueñiton parecían romper los cielos. Entre las soeces blasfemias que aulló su primera orden fue que le trajesen los perros. El bosque parecía muy lejano delante de toda la extensión de gravilla.

   - Deprisa, deprisa. Princesa por favor.- El mago la había adelantado y tiraba de su mano.

   - Me acabo de despertar y además he perdido mis zapatos.

   Una extraña expresión recorrió el rostro del mago. Deseo que la Princesa no midiese y tal vez pesase lo mismo que el. Quizás fuese por eso que abundaban las historia de robustos caballeros que rescatasen princesas y sin embargo hubieran muchos menos cuentos donde lo hiciesen magos cuyas mayores logros físicos consistiesen en redactar buenos contratos sin fisuras legales. A lo lejos se escucharon unos ladridos escalofriantes.

   - Subir a mi espalda, princesa.

   La extraña expresión esta vez recorrió el rostro de la princesa.

   - No es una broma. Necesitamos poner toda la distancia posible entre esos perros si son lo que yo pienso que son.

   La Princesa accedió y el mago corrió todo lo que le dieron las piernas de sí. Cuando llegaron a la cobertura del bosque paró sudando y tratando de recuperar la respiración. La princesa riendo desmonto.

   - Aquí el terreno es más blando. Puedo seguir con mi propio pie. ¿Que camino tomamos para volver?

   El mago pareció sorprendido por un momento antes de señalar el camino de la derecha. Aunque se desplazaban a paso ligero les parecía que los aullidos de los perros parecían cada vez más cercanos. Aquel camino les condujo a un rio muy caudaloso de tumultuosas aguas.

   - Perfecto. Con toda esta agua podremos despistar a esos sabuesos infernales.

   - Si. ¿Pero cómo vamos a vadearlo mago?

   Este agitaba ostensiblemente los guantes haciéndole señas a una figura erguida sobre una barca que fue acercándose con una lentitud que parecía hacerse más pronunciada conforme los salvajes ladridos parecían hacerse más cercanos. El barquero parecía una estatua gris cuya boca era una apretada línea. Apenas movió sus inexistentes labios cuando en la orilla hablo:

   - Dos monedas me tenéis que dar si a mi barca queréis subir.

   El mago contemplo a la Princesa.

   - ¿Yo? ¡Fui raptada mientras dormía! ¡Si ni siquiera llevo los zapatos!

   Ahora escuchaban casi en sus nucas los aullidos, los improperios de Sueñiton y las pisadas de las tropas que debían de acompañarlo.

   - No tenemos efectivo en estos momentos. Pero...- El mago tendió los guantes tras frotarlos en los costados de su túnica que permanecían limpios.- Son de una calidad suprema, deberías darle un respiro a esas encallecidas manos amigo. Yo diría que pasas demasiado tiempo dándole al remo.

   En el rictus del barquero una de sus comisuras pareció alterarse por un imperceptible instante como el aletear de una mosca.

   Montados en la barca se alejaron de la recién atestada orilla. Los sabuesos exhalaban fuego por sus hocicos. Sueñiton maledito en medio de sus guardias parecía fuera de sí esputando lodo a todo su alrededor lanzando rabiosos insultos. El mago no se privo de burlarse de el antes de que se vieran obligados a agacharse para cubrirse de las flechas, lanzas y piedras que les arrojaron. El barquero permaneció imperturbable ya que nada parecía poder alcanzarle.

   -¿Hacia la otra orilla?

   -Si por favor. O mejor aun si puedes sacarnos del reino hazlo sin dilación. Ya hemos visto bastante.

   El barquero asintió y guio la barca por el centro del rio dejándose llevar por la corriente. La pesadilla y sus seguidores pronto se convirtieron en inofensivos puntos lejanos. El mago y la Princesa se relajaron. Esta última se frotaba los pies. Tanto las orillas como los cielos presentaban un aspecto cambiante. Tan pronto había montañas como llanuras interminables. Y lo que parecía ser una ciudad portuaria mudaba en una jungla salvaje. Así como el cielo que aparecía despejado cambiando en cualquier color a ojos vista como se nublaba de repente de nubes o islas de todo tipo que surcaban los aires. Nada parecía tener una estabilidad hasta que se percataron de un murmullo que poco a poco parecía ir intensificándose.

   -¿Que es ese ruido barquero?- Grito el mago queriéndose hacerse oír por encima del creciente estruendo. La princesa le tiraba de la manga señalándole al frente de la barca. Lo que parecía un lejano muro de espuma de agua fue acrecentándose hasta convertirse en una colosal cascada que caía por el borde del mundo. La barca se inclino hacia el abismo espacial mientras el barquero sonreía claramente y los visitantes del mundo de los sueños se desgañitaban silenciados entre las inexorables aguas.

   El mago no supo cuanto tiempo estuvo cayendo y gritando. Le pareció una eternidad sin embargo no llego a sentir ningún impacto. Estaba sobre un suelo duro y mojado, con líneas pintadas y velas apagadas. Habían abierto las ventanas de la sala circular. A su lado, desperezándose, estaba la princesa. Ambos estaban empapados. Dos de sus aprendices sostenían cubos vacios, uno de ellos le hablaba.

   -...ha ido a avisar al rey.- Como el mago no le respondía le tendió el cubo a su compañero. Este se dispuso a bajar para volverlos a llenar.

   - ¡No! Mas agua no. ¡Ya estamos despiertos maldita sea!






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