La ultima carga
Repartidos por el refugio habían varios montones de comida con los que cualquiera podría tener una ultima cena las veces que quisiese.“Por lo menos moriremos con la barriga llena.”Pensó Antonio viendo a sus compañeros comer. Algunos conversaban tranquilamente en pequeños grupos mordisqueando fruta fresca y engullendo caras conservas. De no ser por el polvo acumulado en sus ropas, las heridas vendadas y la desolación general podrían pasar por convidados a una fiesta pudiente. Carlos vino del cagadero con una sonrisa en la cara a pesar de tener un brazo inútil sujetado por un improvisado cabestrillo. Un machetazo casi se lo había arrancado de cuajo. También renqueaba de una de sus piernas herida por una lanza. -¿Qué cara me tienes amigo? Quiero que borres esa expresión de tu rostro.- Carlos zarandeo a Antonio con su brazo bueno. - Acabo de dejar un pequeño hombrecillo de barro. Vaciar las tripas es uno de los mayores placeres de la vida. Si no has ido a hacer de...